12.28.2008

Situaciones

Situación 1 (el techo)

¿Y si no me levanto? ¿y si no voy a hacer lo que debo de hacer hoy? ¿y si digo que mejor no? ¿y si lo hago?

Lunes, matutínamente despierto el luchador maziso se dispone, con cierto temor, a hacer lo que debe que hacer. ¿Qué? No sabemos bien. Se baña. Se alista. Se come unos burritos agrurientos y le dice a la chica interesante, ¡Mija! Lléveme pa’lla. Accede, aunque no de muy buena gana.

Llega al lugar de los futuros e hipotéticos hechos. Se baja del Lamborghini verde que utiliza por automóvil. Y ve como intacto y sin ningún rasguño se monta sobre la carpeta asfáltica (¡ay wey!) conducido por la chica interesante, dormida y molesta un poco porque el maziso le dijo ¡Mija! Lléveme pa’lla.

 

Situación 2 (el choque o el misericordioso)

¿y si mejor no voy por ella? ¿y si me espero a que se haga más tarde? total ni que ella tuviera mucho que hacer por estas fechas. ¿y si me voy por esta calle mejor?


(messenger)

 luchador maziso: ya quieres que vaya por ti? (13: 45)

BAMBI SUPERSTAR: YYYAAAAAAAAAAAAAAAA VENTE!!!!!!!! (13:50)

luchador maziso: ya voy, no estriles. Estaba haciendo unas cosas acá… (13:50)

luchador maziso: bay!


(llamada por celular)

“oye… choque… (como que chocaste) ya venía en la pedro loyola y un wey se metió y me chocó… no puedo ir por ti… te puede traer alguien (no no hay nadie) ah pos espérate entonces…(tas muy lejos) no pero traes tacones no… (si) pos espérame o que te den raite… te llamo luego bay”

 

Situación 1 (el techo)

Pos ya es un chingo de tiempo y no hay nadie. Que habrá pasado. El luchador maziso, desconcertado se preguntó lo anterior. Pasan los minutos y nada. Llega el volador. Lo saluda. Le pregunta cualquier cosa el volador y el luchador le contesta cualquier cosa también. El luchador maziso se encoje en hombros (como dicen los libros cuando quieren decir cosas como “no sé que chingados pasa”). Espera. Espera. Y espera. Llama por teléfono y pregunta por las llaves. Le contestan ahí voy pa’lla, compa. Te pregunte por las llaves nomás, ya se que no vas a venir. Las dejé donde siempre, le contesta el teléfono. Ok. Nos vemos.

Entra el edificio. Busca las llaves y no están. Llama por teléfono de nuevo y nadie contesta. Que raro. Manda un mensaje y no contesta. Más raro aun. Busca la forma de cómo subirse al techo para hacer lo que venía a hacer. Hace mil artilugios y llega su cometido. Y ahí estaba el que no contesto el teléfono. ¡Ah cabrón!, dice el chato, o sea el luchador maziso, o sea el moncho o sea yo mero. ¿Cuando llegaste? Te llamé, ¿no viste? Si, pero estaba en esto. Llegue a las 7. ¿Y tu? Igual pero no te vi. ¡Mira mira mira!, dice el de arriba muy desconfiado. ¿Llegaste antes que el volador? Si, lo saludé. ¿Y que onda? ¿Por dónde empiezo? Pos la cosa esta así, chato, y no sé si te convenga. Ya valió madre, dijo el chato, montado sobre la escalera apunto de subirse al techo.

 

Situación 2 (el choque o el misericordioso)

Cómo le vamos a hacer, pregunta el maziso. El otro tipo se ve que no tiene nada. Bueno si, un picap viejo, tres hijas y una señora que luego supe que era quien traía el dinero. El maziso insiste e insiste. El tipo no sabe nada. El maziso le pide dinero o amenaza con llamarle a la patrulla. El otro wey dice que no. Claro, tiene miedo de que le quiten el carro porque no trae placas. Solo una calcomanía de la “anapromex”; esa empresa que dice que protege a los que no quieren pagar por las placas. ¿Y entonces?, pregunta el maziso. Y el tipo no contesta ni nada, como dice un compa. Después de un rato le dice al maziso que le tenga buena voluntad y le toca hombro. El maziso tiembla por todos lados. Señal de que estaba muy alterado. Dame tu dirección y yo te pago, téngame buena voluntad. El maziso le dice que no. Que no tiene porque. Que le arregle el carro y ahí muere. El otro wey dice que no tiene dinero. 350 pesos es todo lo que traigo jefe, dice el wey. Y acompaña la frase diciendo que los sacó de vender 25 kilos de latas de cerveza y sodas. El maziso siente lastima porque se imagina al señor pasando una navidad triste con sus tres hijas por culpa de un gordo mamón que quiere que le paguen lo que le chocaron. Al fondo de la escena se escucha una voz que le dice ¡chingatelo, que te pague! El maziso sabe que es lo correcto y quizás lo justo pero aun y eso sabe que está cabrón. Que nadie tiene lana y que no le quiere hacer ningún mal a nadie. Pasan los minutos. Llega la chica interesante. Y le dice al moncho, ni madres, que te pague. El luchador maziso le dice al wey, Vamos a ver cuanto sale y me pagas. Ni pedo, yo no tuve la culpa. ¿Pa’ que te das vuelta en U aquí?, le dice al padre de tres.

Pasan los minutos. Llegan diversos personajes. Y el tipo dice que le da 500 pesos al maziso. El maziso los rechaza. Le dice mil bolas y ahí muere. La cifra la saca de un carrocero que pasaba por ahí y comenta que eso cobraría él por hacer la compostura. El padre de familia dice que no tiene dinero. El maziso amenaza de nuevo con la policía y el tipo dice que le va a hablar a su patrón pa’ que le traiga el dinero. Comienza a llover.

 

Situación 1 (el techo)

Pues no me conviene, le dice el chato al tipo bigotón que esta trepado al techo. El vato se puso mamón, dice el del techo. ¿Neta?, pregunta el maziso. Si, bastante. El maziso hace cuentas saca números, revisa su orgullo y dice que no hay problema que no le entra. No le conviene trabajar así. Que teníamos un trato y que no se respeto. Lo único que sugiere el gordo queda mal pa’ techos, es que les paguen lo que a él le iba a tocar. El tipo del techo dice simón, yo me encargo de eso. De todas maneras el maziso tenía planes de hablar con el tipo ese que se puso mamón.

Y por cierto, lo encaró. Le dijo que se malinterpretaron las cosas pero que no había pedo. El tipo, con un semblante de “me vale madre” dice que no hay problema. Que cada quien sabe lo que quiere. El moncho no quiere más problemas y se lo recalca al tipo. El tipo dice que no va a ver problema. A pesar de que el moncho sabe que eso es improbable en esta situación, le tiene un poco de buena voluntad, la única que puede usar en ese día que apenas comienza.

Le llama a la chica interesante o BAMBISUPERSTAR, según el Messenger, y le dice que venga por él. Que siempre que no.

Llega la mujer en el veloz y aun intacto auto verde. La lleva a su trabajo. Se despiden de beso y le recuerda que tiene que ir por ella a las dos. El maziso dice que si. Que ahí estará puntualito a las 2:00 de la tarde. Eso era un hecho.

 

Situación 2 (el choque o el misericordioso)

3:35 de la tarde y el mentado patrón no llegaba. La chica interesante ya estaba ahí, junto con la lluvia. Y el maziso afuera, en la calle, esperando a que el patrón del padre de familia llegara para pagar el choque e irse a su casa y dejar de estarse mojando todito. Por ratos pensaba en sus compañeros del techo y en cómo estarán. Luego regresaba a la realidad cuando la lluvia le pegaba en los cachetotes y junto con esa realidad le recordaba al padre de familia que le volviera a llamar a su patrón. El tipo decía que ya le había hablado que ya venía.

3:45. Si no está tu patrón en 5 minutos le voy a llamar a la patrulla y ya veremos, amenaza el maziso. El padre de familia insiste en que no, en que le tenga buena voluntad y que ya viene su patrón. El maziso, angustiado por la situación económica del señor y por ver que tiene hijos en pobreza y una deuda gratis, le dice que le quede claro que no se lo quiere chingar, que fue su pedo por darse la vuelta en U a mitad de la calle, y que ya quiere que todo se acabe. La lluvia insiste mucho pero ya llega el patrón. El maziso estaba preparado para los golpes. El patrón saluda al maziso como si nada. El maziso lo hace igual. El patrón mira el golpe del lamborghini verde y le dice a su chalán, pos arréglense pues. El padre de familia le pide el dinero. Hacen cuentas. Y se lo da al maziso. El maziso recibe la lana y le recalca que lo siente mucho pero que así esto. El patrón y el padre de familia agradecen la buena voluntad de no llamarle a la patrulla. El maziso se despide y cada quien para su casa.

El maziso llega a su casa. Mojado. Triste. Y se pregunta si hubiera sido mejor no salir de su casa. El solito se responde.


Moncho, el misericordioso o el chocón o el impostor arregla techos.

8.28.2008

¡Mexicali pinché calorón!





Por Luchador Maziso, alias Miguel Tamayo.


Ese día, aquel pues, me desperté sudando. Días… ¿días? ¡Años! habían pasado desde la última vez en que eso, aquello, sucedió. Uno piensa que conforme uno va creciendo las cosas se vuelven mejores, fáciles, divertidas o útiles. Pero no. Siempre pasa lo contrario. Tenía 15 años 3 meses 9 días cuando en aquel 12 de Junio de 1994 decidí que esto del calor era lo peor que podía pasarme.
Como decía, llevaba tres lustros lustrosamente iluminados por el calor cuando supe que la cosa andaba mal. Ese día me desperté temprano y no porque tenía que ir a la secundaria. La Moisés Sáenz Garza, por cierto. Rápido me metí a bañar y me quedé el tiempo suficiente para pensar que el calor se había ido. Salí. Me sequé. ¡Que tontería! A los 3 minutos ya estaba mojado otra vez por el sudor. Pinche calor, dije. Perdonen la expresión, pero es que el calor te cambia. No sabía por qué estaba sudando. Bueno, sí sabía. Pero se suponía que la cosa no debía de funcionar así: tenía un culer. Reaccioné rápido. Miré. Escuché. Y sentí que el culer estaba apagado. El muy digno decidió apagarse en pleno verano. En pleno calorón y en pleno Mexicali. Lo miré fijamente a los ojos y le mente la madre. No había terminado de decir “¡… madre!” cuando mi madre me sorprendió con un tremendo vaso de licuado de plátano con un bonchesote de hielo. Ni me duró. Le regresé el vaso rojo comprado en la Kress y me dijo ya es tarde. Terminé de alistarme y me alisté para salir listo al calor de aquella calle.
Eran las 5:50 de la mañana y ya hacía calor. Caminé las tres reglamentarias cuadras para llegar a la parada del camión. Se tardó lo común. Llegó lleno, como es común. A empujones me subí y me tocó agarrarme el tubo del techo. La cosa se comenzó a complicar más. El camionero hambriento por vender más pasaje, subía y subía gente. Recórranse para atrás dijo el inconsciente. Di medio paso. Volvió a gritar y comenzaron los empujones y los aplastamientos. Hasta ese momento yo había pesando que no se podía poner peor. Que equivocado estaba. Las pieles de las personas se comenzaron a tocar. Y no de manera sexy. Los engominados peinados se comenzaron a deshacer mientras las carnes se tocaban y se pegosteaban toditas. Busqué alguna queja entre el pasaje y nada. La gente no podía hacer más. Cinco minutos después me bajé de ese camión para subirme a otro.
En el otro camión fue lo mismo. Ni pa’ que les cuento. Me fue peor.
Me bajé justo en la esquina de la secundaria. La prefecta, que nunca me aprendí su nombre, estaba en la puerta. Estaba revisando que todos llegáramos fajados, bien peinados y de buen humor… ¡con ese pinche calorón!
Hoy vivo en Ensenada, donde no pasa nada. Envidia de mexicalenses. Hoy, por estos días, la gente esta vuelta loca con el tema del calentamiento global. Pobres ilusos. Ese mentado calentamiento se ha vivido en Mexicali desde antes de que yo naciera y nadie la hacía de emoción. ¿O no?